Luis Gabino Alzati
Pátzcuaro, Michoacán, a 25 de mayo de 2020.- El calor es agobiante en la carretera que bordea el Lago de Pátzcuaro, casi 30 grados y el viento seco levanta polvaredas. Un par de viejos resisten el embate del Sol. Uno de ellos, recostado a la orilla del camino, el otro de pie, a su lado, detrás de ellos un pequeño cementerio funge de escenografía. Parecen perdidos, abandonados.
A lo largo del camino hay vestigios de la muerte. La catrina gigante que engalana el acceso a Capula, tierra de alfareros es un ejemplo, otro lo son las pequeñas cruces que recuerdan las muertes por accidente en los márgenes de la carretera. Aunque esta cultura tiene una conexión especial con ella, la muerte no da tregua.
Minutos después de ver a los ancianos y de cruzar Erongarícuaro llegamos a Santa Ana Chapitiro, sede del Santuario de la Santa Muerte.
Hay un ambiente festivo, un grupo de hombres bebe cerveza mientras ven a un par de jóvenes bailar banda. “Aunque la capilla ha permanecido abierta apenas regresa la feligresía, y se suspendió la misa mensual en mayo debido a las recomendaciones de las autoridades, pero la de junio yo creo que sí se hará cuenta Juan, uno de sus encargados”.
Decenas de personas, familias principalmente, desfilan ante las esculturas de la Santa Muerte en sus diferentes representaciones. La venta de rosarios, habanos, estampitas y otros objetos para ofrendarle a la Santa es fluida.
Los niños son entusiastas, les gusta poner las ofrendas y tocar los ídolos, lo hacen con solemnidad y alegría.
La energía del sitio es peculiar, intensa, se percibe la devoción. Afuera sigue la música y continúan llegando vehículos. “La gente viene aquí a protegerse y a pedirle apoyo a la Santa, nos cuenta otra de las encargadas del lugar. Aquí no ha pegado el coronavirus, quizá porque ella nos cuida”.
Al recorrer el santuario y la capilla observamos pieles tatuadas y playeras con la imagen de Jesús Malverde, amuletos que hacen referencia al negocio prohibido, miradas amables pero desconfiadas, no hay hostilidad y la mayoría de las personas que acuden esta tarde dominical no parecen vinculadas con actividades clandestinas, como pudiera pensarse, hay muchas mujeres de mediana edad acompañadas por sus hijas niñas y adolescentes. Casi no hay jóvenes ni hombres, algunos de ellos aguardan afuera, fumando.
En la capilla una familia reza con fervor. Hay un ángel de la muerte y una Santa ataviada como las mujeres de la región. También hay otras imágenes donde está acompañada por Jesús y su padre. Destaca la figura esbelta de la muerte justa, con una balanza, reinando sobre el mundo. La gente se inclina ante ella, quizá la epidemia le confiere más poder a esta imagen de una muerte dorada sin prejuicios ni preferencias.
Le pregunto a una mujer qué busca en este lugar: “Paz y consuelo”. Quizá el efecto que genera en sus creyentes es lo que produce esta especial atmósfera donde no se perciben, miedo y angustia, sino confianza que contrasta con un entorno triste y deprimido por la crisis de salud que ha devenido en un colapso económico que ya se resiente en la región lacustre de Michoacán, habitualmente llena de visitantes los fines de semana.
"La próxima misa será el primer domingo de junio al mediodía, si las autoridades no dicen lo contrario", comenta Juan.