Alfredo Ramírez Bedolla
La producción artesanal es una síntesis de la cultura, por ello cada
artesanía es más que un producto utilitario; irrumpe en el espacio cotidiano
como un símbolo de lo que somos y como la expresión de nuestra identidad en
evolución.
Aunque en Michoacán se le atribuye a Vasco de Quiroga la enseñanza
de nuevas técnicas artesanales y su diversificación, la producción artesanal es
en todos los pueblos del mundo la materialización de un impulso creativo
primigenio, vestigio del interés primitivo y universal por adaptarse al entorno
y manipularlo en beneficio propio; sin embargo, tras el dominio de la técnica
viene la aspiración a la belleza, porque no falta con producir para sobrevivir,
la vida humana es animada por el deseo de trascender.
En la producción artesanal convergen distintos factores que forman
parte del ser y estar de determinada sociedad: la artesanía, generalmente,
surge de los elementos naturales que hay en el entorno, y que le dan arraigo
con la comunidad; las técnicas se heredan de generación en generación no sólo
para preservar un saber ancestral, también para fortalecer el vínculo familiar;
los colores y las formas sintetizan el bagaje simbólico de la cultura local,
por ello las expresiones artesanales son también un elemento de cohesión
social, con presencia relevante en las manifestaciones sagradas y cotidianas de
los pueblos.
Promover el desarrollo de la artesanía es trabajar por preservar un
elemento simbólico de nuestra identidad; sin embargo, una condicionante de
posibilidad para las artesanías, por el contexto social en que se producen, es
su rentabilidad comercial; así, los artesanos enfrentan la disyuntiva de
mantener su expresión genuina, y al mismo tiempo generar productos que sean
atractivos dentro del mercado.
En el año 2004 implementamos en Michoacán una forma entonces
innovadora de proteger a las artesanías, e impulsar su comercialización sin
correr el riesgo de alentar la mercantilización de sus elementos esenciales;
promovimos en las comunidades la obtención de las denominaciones de origen y
creación de marcas colectivas.
Las guitarras de Paracho, la artesanía en cobre de Santa Clara y la
técnica de Pasta de Caña fueron las primeras artesanías en obtener sus
respectivas marcas colectivas, título que otorga el Instituto Mexicano de la
Propiedad Industrial con base en el reconocimiento de factores como el arraigo,
las particularidades técnicas y formales, la expresión singular, y la
organización comunitaria. Es la preservación de estos valores lo que le da
razón de ser y plusvalía a la marca.
Con la creación de las marcas colectivas dimos un importante paso hacia
el reconocimiento de los saberes comunitarios, y los artesanos obtuvieron una
figura legal que les permite competir en el mercado con los valores genuinos de
su arte popular a salvo; sin embargo, justo es reconocer que aún hace falta
llevar a cabo un trabajo complementario para detonar el potencial comercial de las
más de 50 marcas que ya tenemos en Michoacan, tanto en territorio nacional como
internacional.
Este Día del Artesano nos obliga a reconocer las asignaturas
pendientes, muchas de las cuales están plasmadas en la Ley de Fomento y
Desarrollo Artesanal de Michoacán, por ejemplo: la implementación de programas
de crédito para artesanos por parte de la Secretaría de Desarrollo Económico,
apertura de espacios de comercialización en las regiones turísticas del estado,
y la creación del Fondo de Apoyo para los Artesanos, sólo por mencionar tres
disposiciones que, pese a su relevancia, son letra muerta.
Desde el Congreso del Estado, y mediante la búsqueda de acuerdos con
la iniciativa privada, promoveremos que
el sector hotelero y restaurantero adquiera artesanías utilitarias de la región
donde se encuentren asentados, para incorporarlas a los servicios que brindan a
visitantes y turistas. Esta medida sería un importante respaldo a la economía
de los artesanos.
Asimismo, colaboraremos con el Gobierno de México para vincular a
los talleres artesanales con el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, con el
propósito de que los maestros artesanos puedan contar con el apoyo de
aprendices, y que aquellos que ya dominan las técnicas artesanales y
contribuyen con el oficio familiar puedan gozar de una beca-salario.
El trabajo que hagamos en favor del sector artesanal, no es sino el cumplimiento de un compromiso social que debemos asumir por amor a nuestra cultura. Alentar el desarrollo de los artesanos es salvaguardar la expresión material de nuestra identidad.