Redacción
De
los barrios marginados de las grandes ciudades donde hace su aparición como
única herramienta, el grafiti en México y en el mundo registra en los últimos
años una efervescencia. Escuelas secundarias, preparatorias y en algunos casos
primarias, son hoy semillero de grafiteros y artistas urbanos. Un buen ejemplo
de esto es lo que acontece en Querétaro.
Para
jóvenes grafiteros queretanos como Foster (Mario Hernández), Andrey
Sánchez y Santiago Diez, este último gestor cultural y actual coordinador del
proyecto “Cultura en Comunidades y Barrios de Querétaro”, el arte urbano
prolifera en zonas con marginación económica y cultural, así como en zonas de
riesgo y donde hay escaso nivel educativo.
Es en esos lugares donde el arte urbano funciona como un factor protector a través del cual “podemos sacar lo mejor de estos chavos”, considera el maestro Diez.
Esos
mismos jóvenes queretanos definen al grafiti en sus raíces más precarias como
“la firma de lo que denominamos el tag, que es, digamos, la semilla de todo
lo que viene siendo el grafiti, es una herramienta de pertenencia, de marcaje,
es como una firma, pero a la vez como una marca”, comenta.
Ciudades como Querétaro o Guadalajara son donde mayormente se registra este fenómeno y se respeta el llamado arte urbano, e incluso, se busca dar espacios a los jóvenes y de alguna manera, esta actividad es ya parte de la vida cotidiana, considera el especialista.
Entrevistados
por separado, los jóvenes artistas urbanos reconocen que el grafiti es una
actividad que se hace clandestinamente.
El
respecto, Santiago Diez explica la forma como ha ido evolucionando el llamado
arte urbano:
“Paulatinamente esa firma o tag se va elaborando a dos colores, a tres colores se empieza a meter que las letras no sean tan legibles por alguien que no entiende digamos la caligrafía y paulatinamente se va complicando, se empiezan a incorporar imágenes de pequeñas caricaturas, muñecos, se empieza hacer un sistema más complejo hasta llegar a ser lo que vendría siendo el muralismo”.
Justamente es en este punto donde empieza a
denominarse arte urbano y estará la
discusión de si se le puede llamar o no grafiti, dado que el grafiti es una
actividad que se hace digamos al margen de la ley.
Sin embargo, hoy en día pintar paredes, muros,
oficinas, casas e incluso edificios públicos es ya una cultura, es parte de la
cultura hip hop, en donde los jóvenes de alguna manera forman parte de
ello en los barrios y colonias de las grandes ciudades.
Con entusiasmo, el también creador Andrey Sánchez asegura que en este momento hay un auge del arte urbano y del muralismo: “Hay mucho auge de todo este movimiento y esperemos que no solo sea en estos tiempos que está un poquito como en tendencia, sino que más bien siga teniendo una continuidad y los artistas puedan seguir encontrando posibilidades aquí en la ciudad para seguir desarrollando esta actividad”.
Por su parte, Foster, un joven artista
de 20 años de edad, quien inició su camino en este quehacer a los 13 años,
considera que dedicarse al grafiti o muralismo urbano tiene un gran futuro
porque hay mucha calidad en México, como lo demuestran algunos de sus amigos
que han estado desplazándose al extranjero.
Agarrar
una lata y firmar desde niño
A
pesar de las carencias que enfrentan, el arte urbano les ha dado a los jóvenes
una herramienta a través de la cual pueden mostrar orgullo, pertenencia y
pueden hacerse ver en una ciudad, darse un lugar en este mundo, de mostrarse
como alguien que tiene un talento, afirma Santiago Diez, quien desde el año
2000 pinta arte urbano y utiliza el mote de Diez Art.
El también gestor cultural sostiene que, para trabajar con los jóvenes, hay que ocuparse del arte urbano porque ellos es lo que están buscando y tienen esa motivación de integrarse al arte, desde niños haciendo sus firmas en los cuadernos para un día agarrar una lata y firmar.
De
ahí la potencialización de la gente que surge en los barrios buscando espacios
para mostrar lo que sabe hacer. “Yo creo que es la motivación inconsciente que
lleva a tanto joven de zonas marginadas y de zonas también ya ahora de clase
alta y media, que estén queriéndose incorporar a este mundo”.
Santiago Diez se alegra de que en ciudades como Querétaro o Guadalajara se apoye al arte urbano, se busque dar espacios a los jóvenes y su obra se incorpore a oficinas de gobierno, oficinas públicas y bibliotecas, lo que de alguna forma demuestra que el arte urbano es parte de la vida cotidiana, donde “se hacen rutas de mural y los chavos ya están listos”, asegura.