Luis Gabino Alzati / Ciudad de México, a 23 de septiembre de 2020.- La industria cultural se trasladó al espacio de lo virtual; millones de contenidos en línea de música, cine, libros, danza, teatro, video y televisión fueron fundamentales para que millones de personas pudieran tener un confinamiento menos crudo y está siendo un faro para transitar de la larga cuarentena a esto que ha sido denominado nueva normalidad.
En Covid cultural en México: ante el derrumbe, la reinvención, Gerardo Ochoa Sandy refiere: “Cuarentena. Del latín quadraginta, cuatro veces diez. Conjunto formado por cuarenta unidades. Edad de cuarenta años. Aislamiento preventivo de personas o animales por razones sanitarias o cualquier otra razón. La práctica se extiende durante la peste negra europea del siglo XIV, dado que era el plazo durante el cual la enfermedad mostraba sus síntomas. En la actualidad, la acepción se utiliza con independencia de la duración del aislamiento”.
Para la cultura, el cese de actividades por casi seis meses es una herida casi mortal; el impacto es incuantificable aún, pero se refleja en la pérdida de miles de empleos de personas que tienen nombre, apellido y cuentas por pagar, por ello cada esfuerzo por sostener el edificio que se derrumba es heroico. No puedo hablar de cifras porque la debacle continúa y, lamentablemente, no contamos con una estimación para la caída del PIB cultural en México.
Este es el entorno en el que se gestó La inconfundible belleza del ser (NY-México 2020), obra que se estrenaría en mayo pasado y se pospuso por la pandemia. Pero su escritora y directora Juliana Spínola, el reparto y la producción determinaron continuar con el montaje a pesar de la incertidumbre y lo inédito de la situación. Lo peor, realmente, es no hacer nada, pero eso lo hace cualquiera.
Si el mundo ya no es lo que fue, el arte debe adaptarse y reinventar sus lenguajes; y así fue como a través de la plataforma zoom continuaron sus ensayos por tres meses. De la mano del Foro Shakespeare, que si hablamos de resiliencia es un buen ejemplo, trasladaron esa actividad virtual al espacio escénico, para ofrecer dos funciones que se transmitieron en línea y una de ellas, la segunda, contó con un público reducido para cumplir con las restricciones sanitarias.
El texto de Spínola, es un diálogo sobre la condición de las mujeres en un mundo gobernado por reglas y estereotipos construidos por los hombres. Sobre el papel que juegan en diversos ámbitos de la actividad pública, sobre el valor de lo que se considera la belleza en una mujer o su capacidad para erigirse en ese universo masculino renunciando a lo que las hace distintas, a una forma distinta de hacer las cosas, soñando con una realidad donde mucho de lo que conocemos no existiera, un mundo sin capitalismo, quizá, ordenado con base en nuevos valores y estándares.
Quien haya visto La inconfundible belleza del ser en línea o presencialmente, hará su propio análisis de la obra y su dirección. Lo que me interesa resaltar es el valor que marca hacer las cosas, llevar de cero a 100 o a mil una iniciativa sin importar los desafíos que la realidad impone. El reto fue sobreponerse a la crisis que afecta a toda nuestra sociedad y no tener pretextos para rendirse. Una enseñanza de este trabajo es encontrar esa fuerza que surgió de este grupo encabezado por mujeres para seguir de pie cuando muchos no han podido o no han querido.
Un dato interesante es que muchos de quienes siguieron la transmisión en sus dos funciones fueron personas de diversos estados de la República, así como de otros países, lo cual es una de las ventajas que ofrece esta nueva modalidad de crear y limitar a la capital del país la actividad teatral.
Ante la reapertura de los espacios dedicados al arte, seguramente temporal por el inicio de la temporada invernal que favorecerá el incremento de contagios de esta extraña enfermedad que se comporta diferente según el huésped que la padece, es fundamental retomar la actividad cultural, como las plantas que aprovechan las fisuras del asfalto, que se niegan a ser naturaleza muerta y florecen por que llevan la energía de la vida. No renunciar al arte, a la conversación, a la palabra que nos congrega para atesorar lo que tenemos de humanidad.
Para eso también es el arte: para reinventar, repensar, creer y crear las condiciones necesarias cuando nadie crea que es posible. Para congregarnos a conversar y sentirnos reconfortados a pesar de que afuera, los estragos de la tormenta puedan ser devastadores.
Foto: Cortesía