Ulises Fonseca
La pequeña
Tania Aguilar Venegas estaba con una ligera expresión de timidez, mientras sostenía la claqueta de arranque frente al grupo de niños con los que participaría en el curso de
“Juguemos a grabar”, aplicado durante el último fin de semana de julio en
San José de las Torres, una comunidad ubicada en el sur del municipio de Morelia (sí, Morelia no sólo es la ciudad).
En el claquetazo de arranque,
Tania Aguilar Venegas estaba junto al gestor cultural Manuel Parra, la señora María del Carmen Aguilar Bedolla y la
directora de “Juguemos a grabar” Sonia Aburto Alvarado, una mujer que decidió emplear
el cine como herramienta de crecimiento social y como un acto de generosidad; de hecho, su discurso inicial bien podría ser resumido en la siguiente frase “esto es para ustedes”.
Sin embargo, en los momentos iniciales los niños parecieron no comprender a cabalidad lo que esto significaba, e incluso entraron con la sensación de estar accediendo a una escuela convencional, donde el factor lúdico pocas veces tiene lugar.
Pero ese elemento, la diversión, debía ser uno de los pilares del curso, mismo que no se originó por sí sólo:
los profesores de cada materia sudaron la gota gorda al enfrentarse al reto de atender un grupo de más de 40 niños, con edades que iban entre los 7 y los 13 años, para captar su atención, interesarlos, motivarlos y, por supuesto, evitar ese enemigo común de los profesores en todo el mundo: la dispersión.
¿De qué manera enfrentaron ese adversario?, cada quien utilizó una estrategia distinta: desde los chistes blancos de
Susana Salinas, quien fuera la maestra de títeres, hasta la voz firme y la agilidad de
Everth Yamil García, quien se encargó de ser profesor de cámara; pasando por la paciencia que tuvieron que practicar
Saúl Hernández y
Manuel Barragán, tutores de música y guión cinematográfico, respectivamente.
De hecho
los títeres constituyeron todo un éxito entre los niños: en base a un modelo con rollos de cartón, papel china, bolitas de unicel y fomi, crearon una tropa de personajes que reflejaron a la perfección su ambiente inmediato: había una araña, una abeja, perros, vacas alegres, una vaca con cara enojada, un saltamontes e incluso un señor de la comunidad, del que por supuesto no dijeron el nombre; quizá lo más extravagante fue un monstruo de cuatro ojos.
Crear estos objetos fue una verdadera fiesta donde los niños, en medio de gritos, risas y preocupaciones fugaces por no dar con el diseño adecuado, dieron rienda suelta a su gusto por trabajar con materiales y colores para transformarlos en cosas propias, en sus propios títeres. Poco antes de esto, Saúl Hernández tuvo que adaptar al público infantil conceptos tan abstractos como el canon o el ritmo e incluso hacerlos cantar con una entonación aceptable.
Estas dos materias tuvieron lugar el domingo, mientras que el sábado había tocado turno a los principios básicos del guión, materia que dio Manuel Barragán, un hombre que si bien al principio estuvo algo rebasado por ese grupo de niños tan heterogéneo, logró salir avante e incluso puso a echar a andar los engranajes de la imaginación infantil, que produjo historias delirantes con muñecos de nieve, abejas y planetas incluidos.
Con mayor soltura que su colega, Everth Yamil García echó mano de la practicidad para enseñar a los niños la existencia de los diferentes planos de composición, tanto para foto como para imagen en movimiento. Fue una clase donde la teoría estuvo intercalada con varios ejercicios donde los niños tomaron las cámaras y salieron al patio a tomar imágenes.
Formados en subgrupos por el rango de edades, niños como Viridiana, Rigoberto, Luis Fermín, Carlos Raúl, Ana y Tania, tenían impaciencia por tocar y manipular las cámaras digitales que había disponibles, una por cada equipo, a fin de hacer sus propias fotos guiándose con hojas que mostraban, mediante dibujos impresos, los planos de composición.
Hacer las fotos y los vídeos fue, para muchos niños, como estar en un recreo: varios se organizaron para ser captados mientras saltaban o para ser fotografiados sobre las ramas de un árbol, había quienes también volcaron su mirada hacia las flores o a retratar a sus compañeros en medio de dos arbustos.
Las clases no fueron lo único, ya que el
curso tuvo una actividad extramuros, que consistió en la participación de los pequeños en una jornada de reforestación guiada por Cardiela Amézcua. Esto se derivó del tema general con que fue guiado todo el curso: el cuidado ecológico , eje central promovido junto a cuestiones como el respeto mutuo, la solidaridad y el trabajo en equipo.
Lo anterior fue la razón esencial de hacer el curso: promover valores de integración social, empleando el cine como un medio, en una comunidad apartada pese a encontrarse tan cerca de la capital estatal. En este punto no sobra decir que "Juguemos a grabar" pudo llegar a
San José de las Torres gracias a la intermediación del gestor cultural Manuel Parra, quien ya ha realizado acciones educativas en dicha localidad desde hace un año.
Tampoco sobra señalar que las actividades de "Juguemos a grabar" se realizaron en dos sedes: el día 28 en la casa ejidal, prestada por el encargado del orden Nicolás Montañez, mientras que el domingo 29 el espacio de acogida fue la escuela primaria Emiliano Zapata, cuyas instalaciones fueron facilitadas por la presidenta de la mesa directiva, María Isabel Mier Álvarez.
Una vez cumplido este primer curso, "Juguemos a grabar" continuará su ciclo de este año en otras dos comunidades, pertenecientes a los municipios de Pátzcuaro y Morelia, donde los temas a tratar serán la preservación de las tradiciones y el respeto a los adultos mayores.