Por: Amaury Estrada Ramírez
24 de diciembre
Tienen tus datos, todos. Saben que ese día, a esa hora, estarás de fiesta y que su mensaje te hará dudar de su existencia, pero también te dará confianza; debe urgirles para estar trabajando este día, a esta hora, piensas.
Es nochebuena y afuera hay ruido, la gente se encima y apresura aunque deberían estar en casa. Todos tienen algo de fiesta a oscuras, de ruido y prisa, pero también de silencio y luto. Es la nochebuena del año del caos y, más que fiesta parece que buscamos esperanza.
Adentro, los pocos que somos, hablamos de otros años, de cómo cocinar el pavo, de no usar uvas pasa en la ensalada de manzana, del whisky con agua de coco, de la costa, del calor y los mosquitos, del zika y el dengue. Evitamos traer a la mesa a los ausentes, a los enfermos, a los que están afuera haciendo fila o esperando en la acera, junto a las salas de emergencia y las zonas covid. Evitamos ese nombre, no lo mencionamos, como si dejar de hacerlo nos lo quitara de la cabeza.
Pero basta que alguien tosa o diga que a la cena le falta sal para volver al tema. Creíamos que no hablaríamos de “eso”, pero una cosa lleva a otra y entonces nos damos cuenta de que a diario hemos dicho o escuchado algo del virus desde hace exactamente un año. Alguien decide subir el volumen de la música: el ruido es una forma del olvido; romper el silencio es una forma de la memoria. Es entonces cuando suena mi teléfono, es un correo. Tienen mis datos, todos.
Dudo. Quién escribe en plena nochebuena, tarde, ya casi en la navidad. Dudo, pero hace tres meses estoy desempleado y ellos tienen una oferta laboral con base en mis últimos empleos y mi profesión. Además, me digo como para convencerme, están trabajando hasta tarde.
Leo con más detenimiento, dejo de lado la cena y el hilo de la plática. La oferta es seria, saben todo de mí y, dicen, la vacante es perfecta para lo que sé hacer y he estado haciendo los últimos diez años. Dudo, pero tienen mis datos y yo tengo esperanza, es nochebuena. Además, deben ser muy profesionales y debe urgirles, como dice en el correo, cubrir la vacante.
Mi perfil es el idóneo, insiste el correo. Saben de mí y lo expresan: saben qué hago y qué he hecho desde hace diez años; saben quién es mi última jefa, cuánto ganaba y cuánto me gustaría ganar; saben a dónde viajo y desde cuándo aparezco en el IMSS como “liquidado”; saben de mis proyectos alternos y de los que estoy desarrollando como subempleado; conocen los proyectos en los que he participado, mis publicaciones, los concursos, los talleres, el trabajo comunitario; saben quién soy y dicen quererme en su equipo. “Urge coordinar su oficina de responsabilidad social y mi currículum y mi experiencia en el desarrollo de proyectos educativos y culturales les interesa”. Dudo, pero les creo. Responderé mañana, es nochebuena y pese a que afuera todo se cae, adentro la música sube y, pese a las ausencias, siento la espina de algo, esperanza, quizás. O inocencia, mejor dicho. Es navidad.
25 de diciembre
Vuelvo a leer con calma. El recalentado en la costa es una cosa muy distinta a las ciudades del centro, aquí todo se mueve desde temprano: el oleaje, las mareas, la pesca del día. Ceviches, aguachiles, cerveza, hamacas, agua de coco, calor. ¿Realmente ocurre la navidad en las costas? Pienso y leo con calma, los pies en una alberca.
En definitiva, me conocer. Mencionas mis proyectos, a mis últimos jefes, mis estudios y mis últimos sueldos; me buscan a mí, no hay duda. Ofrecen un puesto importante y un sueldo alto: “de entrada, y por negociar…” cinco mil pesos más que en mi último empleo, “para que me anime a considerar la oferta”.
La vacante ofertada es para trabajar como "Coordinador de Responsabilidad social” de una empresa trasnacional: CELCO.
CELCO, una trasnacional dedicada, en sus palabras, a la “consultoría y servicios a compañias (sic) del sector farmacéutico, hospitales, laboratorios, aseguradoras, y gobierno en la industria de la salud…”. Una trasnacional a la que, a partir de ese primer correo, se dirigirán como “La Empresa”. Una empresa que, según su sitio web (https://www.celco.com.mx/index.html) tiene sus oficinas centrales en Denver, Colorado y su representación para México y Latinoamérica en el “Boulevard Manuel Avila Camacho #36, piso 12, Col. Loma de Chapultepec, Ciudad de México, México. CP. 11000”.
CELCO, una trasnacional en la que confiaré a ciegas durante todo un mes, quizá por estar con los pies en la alberca, o quizá por la seriedad de sus correos, su página web y, sobre todo, lo profesional de su plataforma de contratación (https://www.celco.com.mx/laboral) a la que, a partir de ese momento me darán acceso con mi RFC y una clave asignada. Una plataforma que me guiará durante siete etapas para ocupar la vacante y, al mismo tiempo, recabar más información personal por medio de entrevistas, exámenes escritos y ejercicios hipotéticos de desempeño laboral acordes al puesto ofertado.
26 de diciembre. “Etapa 1: Selección inicial del perfil del aspirante”
Debí dudar, si sabían todo de mí, por qué debía enviar nuevos “datos oficiales” para que alguien evaluara si era o no “candidato sólido al puesto”, ¿no era eso por lo que me habían buscado? Debí dudar también de que “a partir de ese momento, toda comunicación sería desde la plataforma y, sólo en casos urgentes, debía remitirme ya no al correo del primer contacto (reclutamiento@celco.com.mx), si no a uno nuevo, ligado al departamento de recursos humanos (rh.admin@celco.com.mx). Pero no dudé, cargué mis documentos, actualicé mis perfiles y seguí con el proceso.
28-31 de diciembre. “Etapas 2, 3 y 4: Psicometría, aptitudes, actitudes y conductas”
Cuando se aseguraron de que el sujeto rastreado y yo éramos la misma persona, y de que había hecho caso a los señuelos, lanzaron el anzuelo final: yo era “un candidato especial, considerado como candidato potencial clase A” y casi casi el elegido para salvar al planeta. Jesús vuelto a nacer. ¿Por eso el mensaje en plena navidad? Debí dudar, insisto.
Como era considerado un candidato sólido, los pasos siguientes consistieron en tres pruebas diferentes de psicometría. La de las figuritas, la de la asociación de ideas y la de las situaciones hipotéticas. La respuesta me llegaría en 72 horas. Año nuevo, vida nueva. El mesías ha vuelto. Caminé sobre el agua de la alberca y la convertí en vino.
¿Era posible tanta atención? ¿Era yo el elegido? Al menos 20 amigos cercanos y conocidos han perdido el empleo en los últimos seis meses y la estadística dice que si multiplicamos cualquier cifra oficial por siete u ocho nos acercaremos a un cálculo más realista. Es decir, la situación es crítica. ¿De verdad, en medio de la pandemia viene una trasnacional a decirme que saben de mis proyectos y que están interesados en que los desarrolle con los recursos de “La Empresa? Debí dudar como Jesús debió dudar del beso de Iscariote. Pero me dediqué al encierro y al stalkeo. Todo parecía normal. Nunca se me ocurrió llamar, buscar las direcciones, buscar referencias de la empresa. Me bastaron su página oficial, sus correos y su plataforma de reclutamiento para hacerme pensar que sí, que era el elegido.
Llegó el año nuevo y lo dediqué también a tomar cursos rápidos sobre la responsabilidad social, las leyes que obligan a las empresas a ejercerla y a buscar los mejores ejemplos. Yo era un “candidato clase A” y no podía llegar en blanco a la prometida entrevista final.
2 de enero. “Etapa 5: Entrevista vía plataforma de reclutamiento PAIC”
Llegaron los resultados de las pruebas y según la encargada, la M.C. Psic. Elena Bracamontes G. —que por su puesto no existe, pero aparece como encargada de reclutamiento de al menos otras tres empresas trasnacionales, también fraudulentas, ahora lo sé— “Su (mi) perfil es (era) el más apto de entre todos los postulantes para el puesto de Coordinador de Responsabilidad social, por lo que pasará a la etapa final que consta de tres pasos, una entrevista directa, valoración del nivel de inglés y la evaluación final”.
Y caí. Respondí 100 preguntas. 70 sobre situaciones laborales relacionadas con la responsabilidad social y el trabajo comunitario y 30 más, abiertas. 30 preguntas en las que, confiado, respondí de acuerdo a mi experiencia académica y profesional. Preguntas todas con un fin, llevar a cabo una estafa. Preguntas inocentes en la superficie, que parecen profesionales, dirigidas realmente a conocer tu interés por el puesto, pero también, en lo profundo, preguntas con la finalidad de saber quién eres, qué haces y piensas y, por tanto, saber si caerás en la trampa o no.
Al terminar, se te informa que en 48 horas se te dirá si continúas o no con el proceso de selección y que, de ser así, pasarás a una valoración del nivel de inglés, que "en ningún momento será una limitante para obtener el puesto”. ¿En serio me creí esto? SÍ, hasta bromeé: nivel de inglés. Alto. Qué es oil, vielnes.
6 de enero: “Etapa 6: Ubicación del nivel de inglés”
La desilusión de los reyes magos tiene algo de rabia, pero también de dolor. El mito se basa en la inocencia. El dolor nace no al descubrir a los reyes, sino al descubrirse a sí mismo engañado y saberse también sin protección, vulnerable.
Llegaron los reyes magos y se dispararon los contagios. Hoy es 31 de enero y las consecuencias del periodo de fiestas parece ser, al fin, el pico de la pandemia prometido en mayo. Llegaron los reyes magos y con ellos también la estocada final del fraude, la estafa en la que estaba por caer: el desembolso de una cantidad para continuar con “las etapas finales de mi contratación laboral”.
“¿Cómo está su mi nivel de inglés?”, decía la frase inicial del siguiente comunicado. Un mensaje en el que se me explicaba que ahora habría que hacer un examen de certificación de inglés y después se detallaba cuáles pruebas sí eran válidas y cuáles no. Todas las opciones con una descripción y un link. Además, oh, bendito regalo de reyes, una sentencia: el “nivel de inglés no será una limitante que lo deje fuera del proceso de selección [… ] al ser un candidato clase A, con todas las etapas aprobadas, la certificación permitirá ubicarlo y saber si debe recibir clases. De ser así, se destinarán tres horas a la semana, dentro de su horario laboral, como una prestación del puesto…” Debí sospechar: las empresas apenas y pagan el papel higiénico de sus oficinas; qué van a andar pagándote clases. Y había más: “…de firmarse un contrato laboral que convenga a sus intereses, el costo de la evaluación será cubierto en su totalidad por “La Empresa” en su primera quincena. Aleluya, los reyes magos existen.
12 de enero.”Etapa 7: MTELP, IELTS o TOEFL
Todas certificaciones son caras, pero bueno, de algo habrían de servir además de la “ubicación” solicitada. Así que decidí realizar alguna de las pruebas. Tomé clases, volví a leer en inglés, regresé a las series sin subtítulos. Si iba a aplicar, pues de una vez de manera aprobatoria, ¿no? Caí, repito: caí.
Comenté con amigos lo sospechoso que me parecía todo, pero no me di tiempo de googlear nada. Debí hacerlo, pero me di cuenta de que hacía años no hablaba ni escribía nada en inglés y me concentré en las clases de preparación.
Consulté los modelos de evaluación de los tres “exámenes válidos”: TOEFL: https://www.ets.org/toefl, MTELP: https://www.mtelp.org/official_exam/language/BDEACE57/applicants/go_live/index.php?rand=77349.AEFDBEDF-gg04&lang=2205 y IELTS: https://ielts.mx/examen-ielts/#top y me decidí por el más barato, claro. Estaba buscando un empleo formal, recuérdese.
Me dirigí entonces a la página del MTELP y realicé la inscripción. Se me asignó una ficha y un número de referencia para pagar mi derecho a examen. Pagué. Deposité a la cuenta asignada y envié mi comprobante. Como respuesta se me entregó una contraseña de acceso a la plataforma de la institución evaluadora, que, como “La Empresa” me lo hizo saber, “no tiene ninguna relación con CELCO y agendé mi fecha de examen, tres horas con intervalos de cinco minutos entre bloques.
Volví a sospechar y fue Banorte quien terminó de confirmarme que todo era falso. Al generarse la referencia interbancaria del pago, apareció el nombre de una persona, no el nombre de la supuesta institución con oficinas en Michigan. Apareció, después, la referencia a un RFC, de persona física y no moral, por supuesto.
Las evidencias estaban ahí, las sospechas se estaban cumpliendo y, aún así, me negué a creerlas. Cuando se nos revela la verdad sobre el mito de los reyes magos, uno se dice para sí mismo que no, que algo así de bueno no puede reducirse a una mentira. Hay unos minutos de confusión y luego el mazo de la verdad, que oh, paradoja, es una mentira, cae sobre nosotros. Abrí las páginas, todas, y la mentira fue cayendo sobre mí. Ningún aviso de privacidad, ninguna normativa, ninguna página legal, ningún link a las empresas supuestamente asesoradas, ninguna institución de inglés vinculada. Nada: porque parece mentira la verdad nunca se sabe.
No había ningún puesto, no había una certificación real, las instituciones no existen, todas son páginas falsas: la de “La Empresa”, la plataforma de contratación, las de las instituciones de certificación, las del examen, las del pago, la de los proyectos de responsabilidad social; todas.
La estafa perfecta: la inocencia, la ilusión, la necesidad de empleo. Y con ello, la pérdida de tiempo, dejar de lado otras postulaciones, otras vacantes. Y tras esto, los riesgos: alguien dedicado a estafar y robar desde el anonimato digital tiene no sólo tus datos profesionales, sino también, completos, tus datos personales, los de acceso a la seguridad social y la vivienda, los datos financieros. No solo saben dónde vivo, sino qué hago, qué no hago, cuánto tengo, cuánto ganaba y cuánto debo. Peor aún, saben que soy incapaz de distinguir entre also y elso. Nivel de inglés: intermedio.
21 de enero. “Etapas finales: ¿Y ahora qué?
Pero hice el examen. Total, ya había pagado y había tomado clases de preparación. La fecha límite para presentarlo era el 20 de enero; para entregar mis resultados a “Ña Empresa", el 25.
Lo hice. Un examen falso, también. Tal vez tomado de alguna empresa real, seguramente dedicada a cuestiones comerciales. Todas sus preguntas estaban dirigidas a la resolución de cuestiones empresariales de importación y exportación. Un examen cuyos resultados dicen que no sé nada de sustantivos, pero que en sus ejercicios no preguntaba nada relacionado con ellos. Un examen que dice que soy experto en pronombres y en economía australiana. Resultado: intermedio básico. Tendré que tomar clases, menos mal que es una de las prestaciones laborales ofertadas.
22 - 25 de enero. Denuncia en línea
La policía cibernética tiene problemas de conectividad, quizá les cortaron el servicio de internet por falta de pago. Uno escribe en sus redes y jamás leen los mensajes. La denuncia en línea jamás termina de procesarse. Pero algo de información obtuve: “déjalos continuar con la estafa. Total, ya pagaste”. El objetivo: “ vamos a tratar de identificar el RFC de la cuenta a la que depositaste y no alertarlos”. Y ya se la saben: “Le avisamos cuando sepamos algo, joven”.
Banorte guardó mi dinero en algo llamado SPEI. La devolución requiere de un proceso que despierta ganas de no hacer nada, aventarse al río o pagarle con la misma cantidad estafada a alguien que lo haga por ti. Si usted necesita hablar con un representante, marque siete. Y mientras tanto, entrar a la plataforma, entregar mis resultados y volver a ponerme en contacto con los estafadores, perdón, con “La Empresa”. Pagar nuestros por nuestros propios becerros de oro. Pagar por trabajar (o casi).
29 de enero. Etapa 7
“Amaury, buenos días.
“El presente mensaje es para confirmar de recibido los datos necesarios (sic). Favor de ingresar al portal el día hoy Viernes después de mediodía, donde podrás encontrar la descripción detallada sobre la etapa 7”.
Según la información que he rastreado en portales de denuncia y en redes sociales, es aquí cuando “La Empresa” desaparece.
Tienen el descaro de mandarte un ejercicio final en el que te hacen creer que el puesto es tuyo y te envían un ejemplo de tu primera objetivo laboral: elegir proyectos sociales en los cuales gastar 70 millones de pesos. Ajúa. Bibliotecas comunitarias, una clínica, apoyo al campo, laboratorios de cómputo o fideicomisos de educación. Yo elijo, dicen. Estos proyectos no los tiene ni Obama. Oh, ilusión, si no te supiera mentira.
Leo con calma los ejemplos y los proyectos mencionados. Debieron robarlos de empresas trasnacionales reales, que en verdad están cumpliendo con normativas de responsabilidad social. Son muy buenos, en verdad hay ejemplos de trabajo comunitario. Los compartiré con quien así lo solicite; alguna beca, algún fideicomiso, alguna conversión podremos sacar con base en estos lineamientos. Algo habré de sacar de todo esto, me digo. Una lección sobre la inocencia, por decir algo benévolo con mi estupidez, me repito.
31 de enero. Etapa final del final al final del proyecto final
Esta semana, dicen, tendré una entrevista presencial en alguna de las sedes de sus empresas asesoradas. Cuando haya entregado mi proyecto final, claro. Mi proyecto imaginario, que transcribiré en mi máquina de escribir invisible (Jefe Górgory dixit), por supuesto.
En la escena de los Simpsons que cito, el jefe de la policía llama a Homero pelmazo cuando este intenta denunciar la aparición de lo que cree es un alienígena: “…tiene una voz suave, como la ALF. Y aparece los viernes en la noche, como ALF…”. Empleamos pelmazo para referirnos a un gran pedazo de idiota, pero su etimología no es esa, sino algo congelado, duro y, por tanto, estancado y pesado. Pedazo de pelmazo, me repito; debí dudar.
La semana empezará siendo febrero. Esto ahora me parece muy lejano. Todo empezó en navidad, pero navidad es ya sólo un recuerdo que se nubla. Todo va paradójicamente más rápido en la lentitud del encierro; no tenemos conciencia del tiempo. La semana empezará siendo ya febrero y yo sigo con el falso proceso de contratación iniciado en diciembre. Sigo ahí, estancado, apelmazado y con una cantidad menos en la cifra de los ahorros.
1 de febrero.
10:30 am
Sigo esperando que alguien responda para concluir la denuncia penal por delitos cibernéticos. Denuncia que, por lo que veo, registrarán en una máquina de escribir invisible, tan invisible como “La Empresa” CELCO, la certificación de inglés y el puesto de Coordinador de Responsabilidad Social al que, vaya pedazo de idiota, yo nunca me postulé. Debí dudar.
7:00 pm
Comienzo a creer que la denuncia nunca procederá. Aunque tengo las pruebas de cada uno de los pasos seguidos, los correos, los links a las plataformas (mis usuarios siguen activos), el comprobante del pago, los registros del banco, el RFC de la persona que recibió el depósito, todo; no hay pruebas suficientes.
Lo más probable es que haya perdido ese dinero y que merezca el mazo de la verdad cayendo de golpe sobre mis ilusiones.
No creo que algo se resuelva por la vía legal, ya lo dijeron “nosotros le avisamos cuando sepamos algo”, pero, mientas escribo esto, pienso que más que la cifra, lo ahora importante, sin papeles de víctima redentora, es que otros no caigan en la estafa. Es muy fácil, el desempleo es otro mazo que ha caído sobre la ya de por sí incertidumbre de sobrevivir a la pandemia y ellos, lo saben; sacarán provecho de ello. Tienen, además, todos nuestros datos, nosotros se los dimos. Debieron robarlos de las páginas de empleo del gobierno, de las páginas del IMSS y del INFONAVIT. No hay manera de que tengan los CVs actualizados ni la información certera de cada uno de nuestros últimos empleos.
Rastreo las otras empresas fantasmas que ofertan puestos siguiendo la misma estructura del fraude. Incluso tienen los mismos machotes de correos electrónicos, comunicados y mensajes. Basta con googlear CELCO fraude o MTEL fraude para darse cuenta. Yo no lo hice. Caí. Hágalo usted mismo y tenga cuidado, estamos en zona de contagio.
5 de febrero. Las pruebas
Si alguno de los lectores cayó, está por caer o conoce a alguien que haya sido víctima de una fraude similar, a través de una oferta de trabajo, no borre nada; “entre más pruebas mejor”, dicen en la fiscalía.
Correos, mensajes, comunicados, páginas, links, capturas de pantalla, nombres, ligas a las plataformas de contratación y a los supuestos exámenes de certificación, pagos… todo lo que aporte como prueba es bienvenido en esta cuenta (denunciacelco@gmail.com); entre más casos se presenten, “más fácil será tumbar las páginas” y con ello, evitaremos que otros caigan, como nosotros, inocentes torpes amigos, en la trampa. Sí, maldita.