por
Emmanuelle Brío
Sergio Loo, según
recuerda Saúl Ordoñez, recurría al término ‘rikimartinización’, cuando hablaba
de la invisibilización a la que nos van orillando las sociedades. Es incómodo
el homosexual que se hace notar y es un poco aceptable el que se adapta a las
normas establecidas, renuncia a la estridencia, se comporta heteronormadamente
y guarda sus expresiones, cuales sean, para la intimidad de su casa.
Vamos, socialmente
es mejor aceptado el homosexual discreto que la jota obvia. Sé lo que quieras,
pero en tu casa, donde nadie te vea, exige el pueblo. Se pregunta Saúl Ordoñez,
quién elegiría nacer homosexual en una sociedad homófoba, y es que pese a los
muchos avances en cuestión de leyes y en las comunidades intelectuales, la
realidad es que en México siguen existiendo, terapias de reconversión, aún no
existe una prohibición legal que impida estas prácticas que atentan contra la
dignidad humana pese que el artículo 1 de la constitución mexicana reza: ‘Queda
prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género,
la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la
religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier
otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular y
menoscabar los derechos y libertades de las personas’.
Recordemos que México ocupa el segundo lugar en crímenes por homofobia, que entre 1995 y 2015, años en los que vivió Sergio Loo, se cometieron 1310 asesinatos por odio homofóbico, y que la esperanza de vida de la comunidad transexual es de escasos 35 años. A esta violencia contribuye la ridiculización que hacen los medios de comunicación de la comunidad gay y el lenguaje que normaliza las agresiones a los homosexuales “no seas puto”, “pinche marica”, como si la condición homosexual nos convirtiera en inferiores.
Hannah Arendt
escribe: “¿cómo es posible vivir en el mundo, amar al prójimo, si el prójimo –o
incluso tú mismo- no acepta quien eres?”. Y regreso a la pregunta de Ordoñez,
¿quién elegiría nacer homosexual en una sociedad que derrama litros y litros de
nuestra sangre? Seergio Loo vivió con orgullo su identidad homosexual y lo
plasmó en su poesía. Claro está que lo anteceden grandes poetas mexicanos, como
el mismísimo, y a mí parecer el más grande poeta del siglo XX, Xavier
Villaurrutia que habló, libremente, dueño del lenguaje de los ángeles
homosexuales en los elevadores:
‘En sus
cuerpos desnudos hay huellas celestiales;
signos, estrellas y letras azules.
Se dejan caer en las camas, se hunden en las
almohadas
que los hacen pensar todavía un momento en las
nubes.
Pero cierran los ojos para entregarse mejor a
los goces de su encarnación misteriosa,
y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles
sino con los mortales’.
Y continuando con
Xavier Villaurrutia, recuerdo la ocasión en que Pedro Salinas desdeñó la poesía
de Sor Juana y la consideró una poeta inferior. Villaurrutia muy valientemente
le dijo a Salinas que sería muy buen poeta pero no sabía nada de poesía,
citando las liras: ‘Amado, dueño mío’. Ya que para muestra del encanto poético,
asegura Villaurrutia, basta un botón. Y para que nadie niegue la condición de poeta
de Sergio Loo, aquí está una muestra de lo que escribe ante la muerte de su
amado:
Como no estuve
en tu hora y en la hora como
no estuve
cuando péndulos tus pies colgaron
sobre el suelo
tu cuerpo ensangrentado por el filo del rastrillo
que tú mismo inhalaste
con una bolsa
en la cabeza
en mi cabeza
en mi cabeza se
recrean en mi cabeza las más
las todas
las
absolutamente todas las formas geométricas
aritméticas
posibilidades las
que Jesús no
dijo
Jesús mintió
Me mintió y
guardó para sí, sólo para sí
la versión
verdadera, la moneda verosímil
la moneda,
bolero de viaje y antiviaje la moneda
la
real
la verdadera
No las monedas
multiplicadas falsedades
posibilidades
las todas las
posibilidades que vienen cada noche
vienen a
visitarme
las
posibilidades criminales sociales
estructurales
VIRALES Y
RETROVIRALES las
todas
posibilidades que no encajan
que no
embonan
y aun así
monedas de
denominación falsa tocan mi puerta
Monedas
revoloteadoras
monedas con una bolsa de plástico en la cabeza
desangrándose
las monedas cortándose las venas
las monedas
posibilidades apócrifas que Jesús me dio a tragar
No
esas
no
la de oro
tu oro
la moneda
dorada de tu adiós de oro
de tu despedida
de
oro
de tu beso de boca a boca
borracha de vino
blanco de oro
tu boca
bucólica alcohólica de Barco Ebrio de naufragios y versos de Rimbaud
Esa
la versión verdadera la moneda que
Jesús
Boca ladrona
para
sí sólo para
sí
guardó
¿A dónde irá
temprano Sergio Loo? En el umbral ¿quién probará la mandarina de su cuerpo?,
¿qué labios devorará?, ¿a qué espalda podrá aferrarse?, ¿ha de llevar consigo
huellas humanas que los espíritus puedan olfatear? ¿qué cabezas triturarán sus
piernas de basalto? ¿dónde acomodará sus dudas y sus versos?
Angelina
Muñiz-Huberman, escribió que todos los libros no existen sino hasta el momento
en que el lector galopa entre las letras, ya que es él quien va creando el
libro en su mente, como si el libro fuera algo incompleto, completemos los
poemas de Sergio. Hannah Arendt pensaba que leer nos permite entrar en la mente
de los escritores, entremos en la mente del poeta, descifremos el código de su
pensamiento. Maria Zambrano en su estancia en Michoacán escribió que los libros
son bombas que estallan en el momento menos esperado, hagamos estallar los
libros de Sergio.
Cuando leemos a
Sergio Loo, los cuerpos se levantan en todas direcciones, se erigen edificios
en los ojos del lector, quién no ha estado recargado en la pared de un cuarto oscuro,
con una cerveza en la mano un martes por la noche en la Condesa. Sergio es un
poeta generoso, además de la descripción de sus paseos nocturnos, escribe:
‘En la alacena
de mi cuerpo
siempre tengo
algo
por si quieres
por si se te
antoja
por si vienes
de visita
o te quedas a
dormir’.
Quién no quisiera
contestarle al poeta con la delicadeza de los versos de Denisse Levertov:
‘Quise
Conocer cada
una de tus vértebras,
los poros de
tu piel,
el bello
ensortijado de tu cuerpo’.
Me acuerdo de una
tarde en que el michoacano Ernesto Reséndiz Okión, máxima autoridad de las
letras jóvenes en el Imperio Gay, leyó en el colectivo UDIVERSIDAD, en la
Facultad de Ingenieria de la UNAM en CDMX, algunos poemas de Sergio Loo, a
quien hasta entonces no había leído, y por aquellos poemas, recuerdo que mi
lectura inmediata fue El barco Ebrio de Rimbaud. Loo escribe:
“su boca húmeda
repetidora de Barco Ebrio
mientras yo
amarillo
me hundía
si roedores
dorados
me dispersaba
sobre su colchón”.
¿Quién no se ha
dispersado entre las sábanas mientras la lengua de un poeta lo arrastra? Margo
Glantz, en su homenaje a George Pérec y al artista homosexual, injustamente
olvidado, Joe Brainard, recuerda que hay muchos placeres que podemos disfrutar
en la cama, de los tantos placeres, para ella el de leer es el más exquisito.
Hay poetas que pueden hablarnos al oído en nuestra habitación y poetas a los
que al menos podemos leer en la cama, que no es menos divino.
Muchos artículos
circulan explicando que no es bueno leer en la recámara y que una habitación
sólo debería ser para dormir y descansar, lo cual no discuto, y sin embargo leo
muchas noches antes de dormir; sé que muchos otros lo hacen, es un ritual:
Permite a las palabras transitar en las habitaciones de nuestra mente, aquellas
habitación que para Emily Dickinson superan la realidad. Desdoblemos la
realidad de Sergio, dejemos a sus palabras doblar como campanas en el silencio
de nuestra habitación, que crujan, que se tuerzan, que invadan nuestra vida
como la noche y el sueño, juguemos con los versos del John Donne, ¿por quién
doblan las campanas Sergio? Doblan por ti. Cuando cerremos los ojos para dormir
después de la lectura galoparán las imágenes de la escritura en nuestra memoria
y será más ameno el viaje a la mañana.
Un chiste sobre
homosexuales, y homosexuales carentes de afecto, reza: ‘¿Qué lleva un
homosexual a la segunda cita? El vestido de novia’. Sergio visita al médico del
corazón y el médico le responde con sabiduría, escribe el poeta, a la Gustav
Flaubert, un diagnóstico que podría haber sido escrito para Madame Bobary:
“El doctor de
Blanco Salvaje no miente no Se
te ha detectado una sarta de vestidos de novia bailando en el velódromo de tu
sistema circulatorio (…) Lo más conveniente
afirma será tener listos los pañuelos
del adiós”.
Andar entre los
versos de Sergio Loo, es recorrer un bosque, en el que se puede y
preferiblemente se debe andar a solas hasta encontrar un claro, un claro en el
que se confunde la realidad y el sueño para dar paso a la belleza de sus
palabras.
Emmanuelle
Brío (Ciudad de México , 1984).
Ha tomado
talleres de poesía con María Cruz, Jaime Augusto Shelley, Raquel Olvera, Pedro
Pablo Martínez y Margarita Vázquez Días. Tomó talleres de cuento con Álvaro
Soto, Miriam Laurini y Paloma de Lille. Actualmente radica en Morelia. Poemas
suyos aparecen en las antologías Afuera : arca poética de la diversidad
sexual, Estado de México, Diablura ediciones, 2016 y en El otro lado del
silencio, Secretaria de Cultura, Ciudad de México, 2008. Escribió el texto
'Las habitaciones de Santiago', para el catálogo de pintura 'Las consecuencias'
de Santiago Bucio (CONACULTA 2015). Ha publicado poemas en el diario impreso El
Sol de Morelia y en las revistas digitales Heptagrama, Seis Mil 83 y La liebre
de fuego y La mazorka. En 2010 obtuvo el Primer lugar del V Certamen Literario
José Arrese, en la categoría Poesía y en 2011 Primer Premio de Poesía de la
revista digital Heptagrama, Perú.