Emmanuelle
Brío
Foto:
Ulises Fonseca
Morelia, Michoacán, a 1
de julio de 2025.- “Si
me das de la sabia de tu cuerpo, he de darte yo un manojo fresco de mi fuente”,
escribe la poeta Margarita Vázquez Díaz, para plasmar el deseo. Margaret
Atwood, nuestra poeta canadiense, plantea: “A la porra la poesía, es a ti a
quien deseo”.
Los poetas construyen
universos peculiares, plasman su deseo y reglas. Margarita conserva el control
de su deseo: “Soy juego y ruedo por el pasto verde entre tus dedos”,
agrega: “Mi hombre poesía, en cada una de sus líneas”.
Cuando los poetas se
enamoran, inventan en el amado atributos que no existen. Margarita declara: “Te
inventé sentimientos, imaginación y una inteligencia extraordinaria, mi amado
Frankenstein”. El enamorado, mira al amado como el ser más inteligente de
la tierra, aunque no lo sea. Margaret Atwood, nos recuerda: “Los poetas, qué
pretensiosos, sin embargo saben algo, algo están susurrando”.
La realidad nos arranca del
ensueño, Vázquez Díaz, escribe: “El sábado me duelen los huesos, el tiempo
se desmorona, no tengo tiempo para el llanto”. Y es que el cuerpo no es perdonado por el
tiempo, y los poetas lo padecemos profundamente o ¿sólo reflejamos con palabras
la naturaleza humana? Después de la Fiesta en el infierno, cuando el amor
demuestra que puede tornarse Algo superficial y vulgar, Fangoriano, brota la
libertad sin hipocresía, Vázquez Díaz, escribe: “A veces, sólo a veces, soy la
más fiel de las amantes”. Nuestra poeta, se permite disfrutar los bellos
cuerpos, canta: “Tu boca despertó a los miles de duendes que dormían en mi
cuerpo”.
Y, sin embargo, la realidad,
nos devuelve a la tierra, Margarita nos cuenta: “Debo cuatro meses de renta,
Gina y Paty necesitan un par de lentes, a Sergio le prometí hojas blancas para
su novela, Ivone, aunque lejos, seguramente necesita otro oso de peluche”.
Margarita registra la necesidad económica en su obra, responde a la demanda de
Henry David Thoreau, filósofo libertario, que pregunta “¿Por qué los escritores
actúan como si no tuvieran necesidad económica, como si sus vidas estuvieran
resueltas? Margarita va retratando su presente con honestidad en la poesía.
Un poema emblemático de
Vázquez Díaz, nos susurra: “Soy la piedra en el zapato del destino, la
molesta hierba fresca entre los muertos: soy esa”. Nuestra autora nos
recuerda que vive con la libertad de incomodar, como la piedra, y no es que el
poeta necesite incomodar, tan solo sigue su naturaleza.
Uno de los poemas eróticos
más emblemáticos de Vázquez Díaz es “ANIO”, un poema con plena soltura de la
sexualidad. No es de sorprender de la poeta, que en los años ochenta tuvo una
columna de sexualidad en el diario “El sol de Morelia”.
También canta la poeta: “La
lluvia nos recordará que la libertad cuesta lágrimas. Nuestro Premio Nobel
austriaco de economía Friedrich Hayek, coincide con la poeta, él escribe: “La
libertad no es gratis, como individuos debemos estar preparados para hacer
sacrificios si queremos conservarla”. En su libertad política, Margarita se
permite la gravedad, apunta: “Lo grave se derramó, y empecé a flotar en la
oscuridad, deambulando en mi interior”. Nuestra poeta agrega: “La doble
moral observa, gruñe, tose, se le atraganta el café”. Vázquez Díaz, mantiene la
fidelidad a sí misma, anota: “No me he ido de mí, a pesar de todas las
tormentas”. En su poemario De cara al caracol, ella da testimonio firme: “Quien
sepa leer entre líneas encontrará una historia”.
Quiero cerrar con una cita
de Ayn Rand: “Te deseo, te deseo como un animal, como una gata en celo o una
zorra”, y con esto doy paso al poema erótico “Anio".
ANIO (1993)
La luna brilla haciéndome partícipe de su magia
volteando al mundo como reloj de arena.
La luna hace rugir al mar que la mira
se agolpa, brama, choca, llora.
Hace aullar a los perros que la miran,
todos la miramos para perderos,
para encontrarnos.
I
Anio es un lugar situado en la costa de Michoacán.
II
De nuevo en mis ojos su rostro moreno,
agazapado.
III
Él escucha caer agua por mi cuerpo desnudo.
IV
La tarde con sus sombras anula la posibilidad de atisbarlo.
V
Me envuelvo en una toalla, camino descalza por la arena hasta
encontrarme con Anio recargado en una pequeña barda.
VI
Entro a secarme y escucho su respiración secándome con cada palabra,
secándome con cada respiro.
VII
Desde el lugar en que se encuentra, y con la luz de un quinqué, puede
observar parte del ritual que le comparto con lentitud.
VIII
Platica.
IX
Sigue platicando.
X
Observa.
XI
Viene todas las noches, aun cuando no lo hace, sé lo que está aquí.
XII
Vive a una casa de distancia, puedo intuir su rostro nativo hurgando
entre la noche, escuchando el tecleo de la máquina de escribir.
XIII
Anio me mira desde una hamaca, el vaivén de su cuerpo es viento que
refresca.
XIV
Observo en silencio el cielo, Anio me pide que apague la luz para que
pueda observar las estrellas.
XVI
Caminamos, el mar levanta su voz húmeda en medio de la noche.
XVII
Las tortugas marinas dejan huella de su estancia en la arena.
XVIII
En esas trincheras tan llenas de calor nos sentemos frente al mar.
XIX
Puedo ver cuan desnudo es Anio.
XX
Puedo sentir como su enorme cuerpo se desliza, me penetra.
XXI
Alcanzo a tocar las estrellas en las espaldas anchas y morenas de Anio,
en sus brazos que son aletas escarbando entre la arena.
XXII
Nuestro leguaje es de susurros, de agonía.
XXIII
Anio es como el mar, acarició su orilla, espero a que crezca su oleaje,
que llegue hasta mí y vaya trepando por mis pies hasta empaparme toda.
XXIV
Me encuentro tan desnuda, tan primitiva descubriendo todo que quiero
morirme en Anio, en sus labios de pescador.
XXV
De nuevo en mis ojos su rostro moreno,
agazapado.