El promotor cultural: un “elemento comprometido en la historia”
Ulises Fonseca
Es necesario cuestionar el acto de quejarse, provenga este “no solo de los actores políticos o del promotor cultural sino también de la ciudadanía, que en condiciones de precariedad se mantienen esperanzados de una ayuda que viene del otro y que resolverá la situación”, consideró Miguel Ángel Martínez, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que ofreció el más reciente módulo del “Diplomado repensar las violencias desde el arte y la cultura”.
En efecto, para el profesor es necesario no ceder ante la queja “para que los promotores culturales no se vuelvan en parte de un mecanismo de subordinación voluntaria donde con su promoción les hicieran el caldo gordo a las instituciones, que en su indiferencia mantienen el orden establecido, sino que, a partir de la práctica puedan incidir de manera concreta y abrir un boquete en la realidad”.
¿A qué se refiere con esto?, pues mencionó que la cuestión consiste “en abrir una brecha donde el camino ordinario se tope con un acontecimiento, no podemos seguir caminando igual sino que hay que poner algo que modifique nuestra manera de andar cotidiano, claro esta en las orientaciones de orden cultural”.
Para seguir con esta línea, Miguel Ángel Martínez enfatiza que “más allá del cliché de la cultura como un elemento accesorio, no fundamental o como un elemento elitista reducido solo a las bellas artes”, la cultura es una forma de vida “donde el hombre se experimenta en tanto humano, a partir de ahí la responsabilidad social y política que los promotores tienen es fundamental aunque no tengan formación académica o se enfrenten a los monstruos de la institucionalidad”.
En ese sentido, el promotor cultural viene a ser un “elemento fundamental un sujeto encarnado de forma comprometida en la historia por el atrevimiento de romper el cascarón de los propios individualismos y aventurarse en circunstancias que a veces atentan contra su propia dignidad”.
Pensamiento y violencia
El módulo impartido por Miguel Ángel Martínez fue “La violencia en el pensamiento filosófico contemporáneo”, donde una parte del contenido fue generar cuestionamientos ante lo que pasa en el panorama social “para ver desde que otros lados se puede atajar, no para contener, el fenómeno incontenible de la violencia”.
El asunto no es quedarse en el plano teórico, sino llevarlo a la praxis, es decir, encontrar formas para que desde las prácticas sociales de modo que, como dijo el profesor “se utilice la capacidad productiva de la violencia misma para generar modificaciones que permitan transformar cotidianamente la circunstancia en que nos encontramos”.
Éste diálogo se apuntaló en buena medida a partir de pensadores europeos como Kant o Descartes pero desde una recepción latinoamericana: “más que una reiteración tautológica, sería escuchar a esos filósofos europeos desde una situación latinoamericana, mexicana, michoacana o como el contexto de cada uno de los actores culturales y, a partir de ahí, usarlo como caja de herramientas para hacer cosas”.
Esto fue una parte de lo compartido por Miguel Ángel Martínez en el “Diplomado Repensar las violencias desde el arte y la cultura”, coordinado entre la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y Red Lab Laboratorio de Gestión Cultural.