Luna Ixchel Monroy
Una pista de músico mexicano Jorge Reyes viste las escenas de entrada y salida de “Masa y Carne”, el más reciente cortometraje de Juan Pablo Elorriaga Ramírez, que se muestra en el Museo del Maíz (MUDMA), en Sénguio, Michoacán y que es la poética hecha imagen de lo importante y elocuente que es respetar las estaciones del año, con los ciclos del cultivo y la vida del ser humano.
El MUDMA, es un museo que se divide en espacios bien delimitados, cada uno dedicado a contar la importancia de la vida del cuidado de la milpa y su cosecha. Antes de terminar el recorrido por el recinto, justo se encuentra el apartado dedicado a la inspiración de los artistas donde uno puede sentarse y observar “Masa y carne”, cortometraje que dura 20 minutos.
El documental cuenta la historia de Cenobia, Amado y José Luis, personas de campo que viven sincronizados a los ritmos del maíz y que siguen tradiciones como el bendecir las semillas para el cultivo. En suma, el tema es la vida en torno al cultivo del maíz, alimento y fuente económica de muchas familias en el campo mexicano.
Juan Pablo Elorriaga Ramírez explicó que su filme “Masa y carne” se llama de tal forma gracias al libro del “Popol Vuh”, que cuenta como el cuerpo del ser humano está hecho de maíz, según el mito maya:
“El concepto de la carne me pareció un complemento al del maíz que implica la nixtamalización (…) la carne es un complemento interesante que está presente en todo momento, desde el buey que arrastra el arado hasta las personas que con sus manos hacen las tortillas y guisan la carne que le hachas al taco. Es esa fuerza de la voluntad que se requiere para crear la masa”.
El documental, añadió, lo fue grabando con el proceso de siembra, cultivo y cosecha que dura todo el año: “estuve viniendo a Sénguio para vivir y registrar los distintos periodos; desde la siembra, el abono, el riego, la cosecha del elote y del grano de maíz”.
La posproducción de “Masa y carne” duro un mes y en esta etapa fue colocada la banda sonora con Jorge Reyes, músico que de acuerdo al realizador “es el artista que interpreta los instrumentos prehispánicos más florecientes y educado en el tema. Por otra parte están los Calchakis, músicos chilenos, la pieza que elegí de ellos dice ‘pobre del maíz que va a ver morir el quetzal’. Se sabe que el pájaro de las mil voces es el ave sagrada prehispánica, símbolo de la libertad del espíritu y la elevación del mismo”.
Musicalmente el documental, tiene el ritmo frenético del cambio de estación y principalmente si el tema principal es una pieza andina que habla del maíz se hace importante y evidente para todo Sudamérica.
Para Juan Pablo Elorriaga, el proceso de cultivo ha dejado de ser 100 por ciento puro y no debe ocultarse esta realidad. Es muy importante darle valor al maíz criollo más que declararse en guerra contra el maíz transgénico, pues dice, no se puede competir con el maíz transgénico: “es real que no es negocio el cultivo del maíz criollo, el transgénico es absurdo, pero es necesario de alguna forma”.
Para finalizar la entrevista, el joven cineasta explicó que es necesario educar a la gente sobre la importancia que tiene el maíz orgánico y crear un nuevo mercado, que si bien no va a competir en tamaño con el maíz transgénico, puede permitir que se sostenga el maíz criollo y se perpetúe los ciclos y valores culturales, que terminan siendo el soporte de un estilo de vida, de convivencia con el país
“Necesitamos
de la gente que viva en la naturaleza y que sepa trabajarla de forma rítmica y
en conexión con la tierra”, dijo.