Luis Gabino Alzati Ruiz / Ciudad de México, a 10 de noviembre de 2022.- La cultura de la cancelación ha cobrado auge con las comunidades de usuario que florecen a través de las redes sociales. ¿Qué lleva a una persona a alejarse, quitar apoyo o censurar a un autor (a)? En algunos casos son evidentes las acciones o comportamientos inadecuados para generarla, en algunos otros no es tan clara la motivación para cancelar a un artista. Y, en el caso de William Shakespeare, ¿cabría la posibilidad de cancelarlo si su obra es analizada desde la perspectiva del movimiento feminista o libraría tal condena?
En Mrs. Shakespeare, producida por Teatro del Mundo y Caja Negra estamos invitados a participar en un juicio que podría determinar la cancelación de la obra de Shakespeare o, por el contrario, su reivindicación, en un ejercicio escénico que dirige Silvia Ortega Vettoretti con base en la dramaturgia de Verónica Bujeiro.
Nuestro rol en este juicio es como parte de la SASS (Sacred Anonymous Shakespeare Society), instancia encargada de cuidar (tras bambalinas) el legado del maestro británico para mantenerlo apegado al canon y libre de cualquier interpretación maliciosa, perniciosa, laxa o contaminante.
Pues bien, una vez que se levanta la sesión habremos de escuchar las acusaciones del fiscal Sir Philipe Henslow (Emma Dib), empresario teatral en la época isabelina, así como amigo personal, promotor y garante de la obra de Shakespeare, quien busca el apoyo Tespis, santo patrón del teatro, para condenar a tres actrices (Daniela Zavala, Emoé de la Parra y Rebeca Wimer) quienes han desafiado o reinterpretado el canon shakesperiano y, en el caso más radical, se han atrevido a proponer su cancelación.
A pesar de las graves acusaciones de Henslow en su contra, las actrices libran una batalla de argumentos recreando a algunas de las heroínas de Shakespeare, a quien van revelando como un autor que conocía la naturaleza humana más allá del género y quien en su obra dio vida a personajes femeninos fuertes, inteligentes, osadas, cuya voz trasciende el tiempo y la geografía con la fuerza del rugir de la mar.