Ulises
Fonseca
Hace
varios años, tuve la poca fortuna de alojar en mi casa a un dramaturgo, que
sudaba pretensión a raudales y desde su trono de conocimiento me dijo “la
literatura gay es muy mala”. La afirmación totalizadora de ese flamante becario
FONCA se prestaba a ironías del tipo “¿en serio ya la leíste toda?, que fregón
eres, con razón te dan becas” o a cuestionamientos como ¿qué elementos podrían
configurar la existencia de un género llamado “literatura gay” ?, o más todavía
¿se puede hablar de la existencia de tal cosa?
Por
fortuna no soy teórico -por fortuna tampoco he tenido mayor contacto con ese
titán de la dramaturgia nacional que durmió en mi casa- pero sí he constatado
la existencia de propuestas como “Si era dicha o dolor”, una antología
de narrativa publicada por una casa editora asentada en el San Francisco mexicano
-Guadalajara-.
El
libro en cuestión es un breve y ameno compendio de relatos que abordan el tema
del primer amor. Ya sé, el del “primer amor” no es en absoluto un tópico
novedoso y en cualquier sitio es fácil encontrar un producto cultural sobre
dicho asunto, desde teatro escolar hasta Best Sellers, siempre y cuando sea
desde la óptica heteronormativa –¿verdad que sí, queridos Rusia y cine gringo?
-.
Ahí se encuentra la variante que muchas veces pasa inadvertida, tanto en el mainstream como en las mesas de novedades: la perspectiva de la diversidad sexual en las letras. Ese elemento es una primera aportación del compendio aludido, mientras que una segunda es la heterogeneidad de estilos y búsquedas en las historias seleccionadas; una tercera es la accesibilidad del libro (realmente es bararto).
De
las tres contribuciones anteriores, haré énfasis en la segunda: el compendio
abre con “Líneas imaginarias” una historia lineal de Roberto Ramírez Flores
que sitúa al lector como un testigo de la forma en que un preadolescente siente
una incipiente atracción hacia un maestro, una historia que para algunos podría
pecar por demasiado inocente; no ocurre lo mismo con “Tomar leche del cartón
directamente”, cuento de Erick Moya, un escritor mas audaz tanto en la
elección de la estructura como en arrojar luz sobre tabúes sexuales; luego
viene el retrato de una tensión homoerótica ocurrida en las calles
guanajuatenses, narrada de una forma semejante a como conversarían dos amigos
que se relatan una anécdota confesional, dicho cuento se llama,
precisamente, “Guanajuato” y fue escrito por Diego Daniel López.
También
está “Sergio el bailador”, un texto de Antonio Santos que bien
podría tener una muy ligera pulida para mejorar aspectos de redacción, pero que
presenta una interesante contraposición de tiempos -es decir el mundo de los 80
y 90 que experimentó el protagonista en su plenitud, frente a la época
contemporánea- y condiciones, dado que hay personajes abiertamente gays
mientras que otros son recalcitrantes ‘closeteros’; el lector también encontrará
un cuento terriblemente nostálgico, agridulce y bien escrito llamado “El álbum
imaginario”, donde el autor, Isaac López hace un juego entre el pasado
personal, las cosas que no sucedieron y lo que quizá podría ocurrir.
La
antología también tiene “Ucronía”, texto de Adrián Linares en el que se
dan ágiles pincelazos de ciencia, cultura popular, sexo y relaciones rotas; “Transformarse en
arcoíris”, cuento escrito por Emmanuel Brío de marcado énfasis
sensorial, donde además hay una soterrada crítica a la incomunicación y a la
frivolidad que atraviesa muchas relaciones interpersonales, en especial
aquellas nacidas en súper urbes como la CDMX; por otra parte se encuentra “Economía
de un te quiero”, cuento donde Iván Ramírez López pinta el cuadro de una
relación en la que se combinan el amor con el cinismo, así como una velada
lucha de poder; este es, cabe incidir, el único cuento con presencia lésbica.
Aparte
están dos cuentos que se sitúan en ese complejo momento definitorio que es la
adolescencia. Uno es “De aliens y otros entes”, donde el autor, Iván Alarcón,
nos lleva de la mano hacia el nacimiento de una conexión entre dos jovencitos,
con el punto a favor de que evita clichés como el del padre homofóbico; el
segundo es “La libertad del conejo blanco”, narración fragmentada de Bladimir
Ramírez que oscila entre la ilusión del descubrimiento y lo trágico de ser
utilizado, eso sí, evitando los melodramas estridentes.
Por
el anterior contenido es que recomiendo la lectura de “Si era dicha o dolor”
y acepto también que la recomiendo luego de imaginar que el dramaturgo
becario del FONCA se negaría a leer esta antología, la calificaría como un absurdo su
lectura debido que todo lo LGBT resulta asquerosamente rosa y es entonces
cuando confirmo que fue bueno leerlo y que será positivo recomendarlo a
verdaderos lectores.
Entonces,
¡búsquenlo!