por
Emmanuelle Brío
El
libro Undívago, escrito por el poeta michoacano Abdías Martínez y publicado
en una edición artesanal de La Dobladera, nos invita a hundirnos en el mar, en
las ganas de amar. Nos da la bienvenida con un epígrafe de José Gorostiza, una
cita de los versos más transparentes y nostálgicos del poeta tabasqueño: “A
veces me dan ganas de llorar, pero las suple al mar”.
Para
Sor Juana "Si los riesgos del mar considerara, ninguno se embarcara",
en Undívago el poeta de embarca, es amante de las enumeraciones, nos da
la bienvenida enumerando una suerte de imágenes que describen la poesía. Nos
advierte que su poética procede del corazón: “Sean las páginas floración del
pecho”.
¿Qué
es lo que desea el poeta? Retener el instante: “Ahí donde has de ponerme tu
beso se quede también y por siempre, una barcaza por partir”. El ser amado es
efímero y el poeta quisiera eternizarlo, como cuando Javier Solís canta: “Eres
tan mía como las olas del mar”, Abdías apunta: “Del oleaje en mi cuerpo al
encuentro con tus labios”.
El poeta se encuentra cercado por las huellas de una voz que no puede alcanzar, pues carece de sitio en el mapa; busca besar la efigie que se evapora, y sólo tiene consigo sus propios besos, pero el poeta no se rinde, niega el naufragio, no acepta la derrota, escribe: “se hilvanaron las raíces como resistencia al naufragio”, nos recuerda a la poeta polaca Wislawa Szymborska: "Se me apagaron para siempre un par de estrellas, ábrete cielo. Se me hundió en el mar una isla, otra. Ni siquiera sé exactamente dónde dejé las garras".
Abdías
Martínez navega en la orfandad del amor, ya no importa el canto de las aves,
estepa al ser amado: “tu piel no es a mis labios ni tu corazón me es barco”. Undívago,
anhela hilvanar constelaciones con el ser perdido, un recuerdo, posiblemente,
del primer amor infante, que viene una y otra vez a desdoblarse en la piel del
poeta al contacto con las pieles de otros cuerpos. Los versos se aferran al
instante, se convierten en una lágrima creciente equiparable con la inmensidad
del mar.
Undívago, es un mensaje en
la botella, destinado a un cuerpo que ha anclado en algún lugar inasequible
para el poeta, para quien, como en Sor Juana: “poco importa burlar brazos y
pecho, si te labra prisión mi fantasía”. Abdías envía su mensaje: “a donde haya
anclado tu cuerpo”, y nos remitirá a Doris Lessing: ""Viste ese gran
pez azul, ah, el que tú viste era amarillo, sin embargo, el mar que cruzamos
fue el mismo".
El
libro posee, a manera de epílogo, un poema extra en una botella de cristal, de
nombre: Undívago, en el que replica en mensaje nostálgico, en el que nos
recordará al michoacano Manuel Ponce: "Déjame
que te bese amargamente con los labios del mar que yo me invento". Y no
hago una cita de los versos de Abdías en esta parte, porque el lector con el
libro deberá sorprenderse, entonces resulta necesario señalar que la obra puede
ser adquirida sobre pedido a través de la página de “La dobladera”, en
Facebook.