Imagen:
tomadas de Unsplash
Ciudad
de México, a 6 de septiembre de 2024.- Presentamos aquí una
selección del trabajo de Steven B. G. (Costa Rica, 2000). Él es ingeniero en
Sistemas Informáticos y poeta. Ha sido publicado en diversas revistas
literarias internacionales como Carruaje de Pájaros, Mal de Ojo, Noches
Extrañas, Círculo de Poesía, entre otras
Apareció
en la antología Nueva Poesía Costarricense (2020). Parte de su trabajo poético
ha sido traducido al italiano.
Nipple
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No le importó que perdiera unos cuantos
botones;
simplemente quería verlos ahí:
médanos inmutables al viento,
Santa Sofía y la Mezquita Azul.
Los tomó en cada mano
calculando
su grosor,
su peso,
su
altura sobre el nivel de la palma,
empinándolos más, más cerca
del cielo de su boca.
Sus índices y pulgares
masticaban mis pezones
como dátiles maduros. De seguir así
brotaría la fuente de María de entre las
raíces.
Sus
manos: ¿qué ley de la buena moral
puede
prohibir sus manos?
RELIQUIA
Para
Mario Frausto Grande en México
"pues te daré un perfume que a mi amante
regalaron las Venus y Cupidos.
Cuando lo huelas, Fabulo, pedirás a los dioses
que te vuelvan nariz el cuerpo entero”
—Catulo
Poema XIII[1]
Tenía
sus piernas frente a mis oídos
como
los tirantes de esas mascarillas para el asma
que
necesité de pequeño
e
inhalé profundamente
de
sus genitales y de su ranura suplicantes
ese
aroma de Dios,
húmeda
mezcla de sudor labriego,
orina
furtiva
y
precum abundante,
capaz
de abrir como petunias
las
pupilas y el esfínter.
Cuando
empezaba a vestirse
le
propuse que me dejara sus bóxers
a
cambio de unos limpios:
quería
esa flor pomposa de algodón
donde
sumergir la nariz como un cerdo en busca de trufas.
«Usaba esto mientras cargaba una camioneta
—volvía
a sumergirme—.
Casi
puedo verlo agachándose».
Antes
de irse
prometió
que la próxima vez
se los
dejaría puestos por 3 días.
MI compañero y yo
Para Osvaldo Uribe en Canadá
“Que tu cuerpo de hombre con mi cuerpo de hombre
construyen un lugar necesario en el mundo”
—Juan Antonio González Iglesias
Acepto
que belleza
Mi compañero y yo desnudos
sobre la hierba, cara a cara.
Él dice: «Si llegas a tener sed
yo seré tu manantial puro».
Mientras decía eso
rodeaba con su índice derecho
el halo de mi pezón perforado.
Respondí:
«Si llegas a tener hambre
yo
seré tu banquete copioso».
Al
terminar mi oración
acaricié
con el pulgar izquierdo
su
bigote al estilo Chevron.
Mi
compañero y yo
finalmente somos los que siempre debimos
ser:
hombres corriendo jubilosos por las
campiñas;
hombres aullando como lobos a la luna;
hombres entre sí iguales.
***
Carne en flor
clavada una y mil veces
hasta el espíritu.