por Emmanuelle Brío
Elena
Garro, con su amor a solas por los siglos
de los siglos, es para Silvia Molina, la más grande escritora mexicana del
siglo XX. Coincide con esto Geney Beltrán Félix, Margo Glantz y muchos otros críticos,
en que la enormidad de Garro es indiscutible. Especialistas como Liliana
Pedroza, Carlos Landeros y, sobre todo, Patricia Rosas Lopátegui, han luchado
para rescatar su obra del olvido. La recordamos sobre todo por su novela monumental
Los Recuerdos del porvenir, entre
muchas otras novelas. Destacan sus cuentos La
semana de colores y en su teatro Un
hogar sólido, entre varias obras. Realizó una vasta obra periodística que
la llevó a entrar de encubierto en la cárcel de mujeres, para desmantelar los
abusos de un penal. Sabemos mucho de ella, pero sabemos poco de su poesía, que ha
permanecido oculta desde 1947, fecha del poema más antiguo, registrada en
Cristales de tiempo.
En
1997, un año antes de morir, Elena Garro entrega sus poemas a Patricia Rosas
Lopátegui, con la esperanza de que estos versos inéditos logren ver la luz. La
obra poética es la obra de la vida misma. Para María Zambrano los poemas son
bombas de tiempo. En los poemas de Cristales de tiempo, título, muy acertado, que
elige la misma Patricia Rosas Lopátegui, flota el alma de Elena Garro. Muchos
obstáculos ha recorrido su obra para lograr llegar a los lectores; tuvo que
enfrentar y continúa enfrentado los discursos de odio que pululan en torno a su
persona.
La
poeta canadiense, Margaret Atwood, señala que para las sociedades
contemporáneas “la única mujer buena es
la mujer muerta, si eres tan buena por qué no estás muerta”. Sin embargo,
hoy día, a Elena Garro ni después de muerta se le reconoce por la calidad de su
obra, su literatura continúa ensombrecida por rumores que nada tienen que ver
con la escritura.
Hablaremos
hoy del universo poético de Elena Garro. Para el poeta inglés Percy Bysshe
Shelley, un poeta “es un ruiseñor que se
sienta en la oscuridad y canta para alegrar su propia soledad”. Elena canta
desde el silencio, sus poemas estuvieron guardados en cajas polvorientas,
fueron de mudanza en mudanza y de casa en casa sin poder ver nunca la luz. Pero
caso curioso el de sus versos, no cae en preciosismos ni en pretenciosos juegos
de lenguaje. Sus poemas son versos de acciones. En el poema “El llano de
Huizaches”, por ejemplo, Elena se ve a sí misma descuartizada, y cada una de
las partes de su cadáver, esparcidas en el llano, van contando su historia.
Atravesar un campo de huizaches, lleno de enormes espinas es algo muy difícil,
nos cuenta, y el campo de espinas es nada menos que la vida misma de Garro.
Elena
Garro, como Sándor Márai, nos cuenta en su poesía, que ha sobrevivido a sus
seres queridos y añora a los muertos que la dejaron sola; escribe para los
seres que ama y fueron abrazados por el sueño de la muerte; le dice a su padre:
“A oscuras búscame tú
esta noche, padre
tomemos juntos el
carrito
para ir al mismo sueño”.
Angelina
Muñiz-Huberman, descubre que hay quienes miran la muerte del padre, sin
desprenderse ni un segundo del lecho, con tal de capturar el momento preciso en
que la muerte arranca el aliento. Elena canta al padre:
“busco tu belleza,
busco tus ojos,
busco tu voz,
te busco a ti”.
Villaurrutia
canta a la rosa increada y Antonio Alatorre celebra los versos de Sor Juana
sobre la rosa, porque, hablar de la rosa requiere competir con todos los poetas
que de ella han hecho gala. La rosa de Sor Juana el “más bello ropaje al viento explica”. Y Elena Garro también habla
de la rosa, escribe:
“tiene sus raíces en el
aire
y brilla en un círculo
de hielo
y camina a la altura de
los ojos
y está de día y de
noche
brillante, intocada,
floreciendo
siempre”.
Para
Garro la infancia tiene un papel gigantesco en la memoria y constantemente
viaja a ella. Margo Glantz, señala que Garro vuelve la infancia una forma de
resistencia. El gran poeta Miguel Hernández canta: “Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete
siempre”. Para Garro, los recuerdos de la infancia, vuelven a la realidad
en el sueño, en él, logra visitar a Deva, su hermana mayor, en el momento en
que ambas continúan siendo niñas, escribe:
“Ya sólo jugamos en las
noches
-en las mías- a la
mitad del sueño”.
Elena
vuelve a su infancia en la poesía. Añade:
“interrumpimos el juego
cuando un pájaro iba a
salir
de entre tus labios”.
Para
Garro, como para Henry David Thoreau, la naturaleza juega un papel esencial. El
arbusto Huele de Noche, es protagonista de su vida, al grado de inmortalizar su
magia en un poema, este árbol que con su olor impregna todo y permite avanzar y
retroceder en el tiempo. Garro escribe del Huele de noche:
“tenebroso perfume
racimo melancólico
presagio de la sombra
reflejo de la luna que
te mira”.
Marcel
Schwob nos regaló una serie de revelaciones: “No esperes la muerte: está en ti”, “es este un mundo de formas, pero
hay que destruir las formas”. Elena
se mueve entre los muertos, recuerda el suicidio de su primo Boni, un 28 de
Diciembre y nos revela las lecciones que le dio su tío y que forjaron su
enigmática personalidad, escribe:
“-Dispón de mis
botellas de gasolina, y organiza tú los incendios.
-Debajo de mi almohada
está mi honda”.
Hay
mucho más que muertos en los Cristales de tiempo, y una parte importantísima es
la que refiere al amor. La poeta española Carmen Martín Gaite, recuerda la
dureza y frialdad en el corazón de su amado, escribe “-Me han raptado- dijiste. La reina de las Nieves. Pero esta vez no era
literatura”. Elena, como Carmen Martín Gaite, vuelve a Andersen, encuentra
el corazón de hielo de su amado y le escribe:
“Todo el año es
invierno junto a ti,
Rey midas de la Nieve”.
Añade:
“El sol se aleja cada
día más
de mi órbita.
Sólo hay invierno junto
a ti,
amigo”.
Garro,
en su poema más personal, “Vamos unidas”,
recuerda la manera en que su suegra, a quien nombra La Tortuga, se refiere a
ella, escribe:
“Golpean a la puerta
cerrada con pestillo:
Puta, puta, puta
grita la tortuga”.
Garro
también recuerda la manera en que su amado, a quien llama “El
visitante” se refiere a ella, él, le ordena:
“Puta, puta, puta
salta la puerta”.
Garro
recuerda la manera en que los amigos de su amado se refieren a ella:
“Puta, puta, puta.
Despierte que ha
llegado su marido”.
Recuerda
como su amado necesitaba penetrarla con los dedos para mostrar la sangre de la
noche de bodas a la suegra, y así demostrar que conserva la virginidad y no era
una puta, aunque él la llamara así, Elena escribe:
“Los dedos pequeños de
uñas largas
chorrean sangre
-Le mostraré a mi madre
que eras virgen- ”.
Añade
sobre sí misma, mirándose de lejos:
“Helena está en el
limbo.
No atenderá la llamada
de los dedos que gotean
sangre”.
Elena
registra también en sus poemas la bisexualidad clandestina de su amado, escribe
sobre él:
“Fumador de marihuana,
se exhibe en la
pantalla chica.
Fanfarrón.
Fornica con mozuelos,
olvida el horror de la
vida conyugal”.
Garro
es una poeta que va más allá de su intimidad, en 1949 escribe un poema para el
dictador Joseph Stalin:
“Tu luz mata a los
poetas
y a los hombres.
Inventor de palizas,
Gran creador de
esclavos”.
Añade:
“Palo ciego el tuyo.
Buscas al enemigo
hasta debajo de las
piedras”.
Pero
además de escribir sobre Stalin, Elena escribe a sus grandes compañeros de
vida, los incondicionales, los que no traicionan: los gatos. El poema Lola, que
cierra el libro, es probablemente el texto más dulce y tierno que escribe
Garro. En él rememora la historia de Lola, su gata, que la acompaña entre una
aventura y otra, habla de esta gatita con una cadencia que sólo pueden permitirse
los grandes poetas. Cuando Elena habla de los pasos de Lola, podemos pensar en “Un gato en un piso vacío” de la Premio
Nobel polaca, Wislawa Szymborska, para quien morir es algo que no se le hace a
un gato. El poema “Lola”, de Garro es
la antítesis de Szymborska, ver morir un gato, eso no se le hace a un humano.
Garro escribe:
“Ha muerto la Reina más
pobre,
lloro al ver su viejo
gabán”:
Añade:
“Me acuesto muy tarde;
no quiero llegar al
cuarto
y no verla saltar sobre
la cama”.
Finalmente
le pregunta a la gatita muerta:
“¿Andamos huyendo,
Lola?
¡Ya no!”.
Gran
parte de la poesía de Garro, retrata el viaje que hace con su hija, y ese
deberán descifrarlo los lectores.
Ningún
poeta se merece ser enterrado. Nadie podrá negar la condición de poeta de Garro.
Me acuerdo de Xavier Villaurrutia, para mí gusto, el gran poeta homosexual mexicano
del siglo XX. Él, que defiende a Sor Juana de los insultos y ataques de Pedro
Salinas, que quiere negarle a la monja la condición de poeta. Villaurrutia revela
la grandeza de Sor Juana, con un poema de amor, porque para nuestro poeta, es indiscutible
que para muestra, un botón. Así, con un poema de amor, podemos darnos cuenta de
la grandeza de Garro, se trata de un poema en el que Elena realiza un conjuro de
amor a Adolfo Bioy Casares, quien fue el
último gran amor de su vida, ruega al amado sentir todo lo mismo que ella ha
sentido. El poema lleva las iniciales del amado por título. Cierro con este
poema, en el que Garro nos hablará de su amor a solas, por los siglos de los
siglos:
A. A. B. C.
“Que cada una de mis
lágrimas
ahogue en sal cada uno
de tus días
y cada uno se te
convierta en roca
y cuando sueñes sólo
seas tú solo
perdido en las salinas
muerto bajo un viento
de sal.
Que mires los ojos de
la muerte
en los ojos que mires y
te miren
y los caminos
intrincados de mis lágrimas
de aquel viernes
se hundan en tu piel
hasta volverte una
máscara tatuada.
Que ellas tengan la
virtud
de borrarte la memoria
de la dicha
y días vacíos encadenen
tu tedio.
Baste una sola
para amargar el más
dulce de los frutos
y otra para cegarte la
belleza.
Una, ligera, leve
se te convierta en roca
y todas en un río
caudaloso
en el que nades a
contracorriente
por todas las edades
venideras
persiguiendo un punto
luminoso
engañosa estrella fija
como esta inexplicable
desdicha
de perseguir aquel
viernes
aquel balcón de piedra
aquel adiós
aquel árbol flotando
solo en el aire nocturno
alejándose más a medida
que avanzo
en la memoria”.
Foto de interior: Valentin Salja / Unsplash